Marcos


IV. Ministerio de Jesús en Jerusalén


Entrada mesiánica en Jerusalén.

11 1 Cuando se aproximaban a Jerusalén, cerca ya de Betfagé y Betania, al pie del monte de los Olivos, envía a dos de sus discípulos, 2 diciéndoles: «Id al pueblo que está enfrente de vosotros, y no bien entréis en él, encontraréis un pollino atado, sobre el que no ha montado todavía ningún hombre. Desatadlo y traedlo. 3 Y si alguien os dice: `¿Por qué hacéis eso?', decid: `El Señor lo necesita, y que lo devolverá en seguida'.» 4 Fueron y encontraron el pollino atado junto a una puerta, fuera, en la calle, y lo desataron.5 Algunos de los que estaban allí les dijeron: «¿Qué hacéis desatando el pollino?» 6 Ellos les contestaron según les había dicho Jesús, y les dejaron. 7 Traen el pollino ante Jesús, echaron encima sus mantos y se sentó sobre él. 8 Muchos extendieron sus mantos por el camino; otros, follaje cortado de los campos. 9 Los que iban delante y los que le seguían, gritaban: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! 10 ¡Bendito el reino que viene, de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!» 11 Y entró en Jerusalén, en el Templo, y después de observar todo a su alrededor, siendo ya tarde, salió con los Doce para Betania.


La higuera estéril.

12 Al día siguiente, saliendo ellos de Betania, sintió hambre. 13 Y viendo de lejos una higuera con hojas, fue a ver si encontraba algo en ella; acercándose a ella, no encontró más que hojas; es que no era tiempo de higos. 14 Entonces le dijo: «¡Que nunca jamás coma nadie fruto de ti!» Y sus discípulos oían esto.


Expulsión de los vendedores del Templo.

15 Llegan a Jerusalén; y entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas 16 y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo. 17 Y les enseñaba, diciéndoles: «¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las gentes? ¡Pero vosotros la tenéis hecha una cueva de bandidos!» 18 Se enteraron de esto los sumos sacerdotes y los escribas y buscaban cómo podrían matarle; porque le tenían miedo, pues toda la gente estaba asombrada de su doctrina. 19 Y al atardecer, salía fuera de la ciudad.


La higuera seca. Fe y oración.

20 Al pasar muy de mañana, vieron la higuera, que estaba seca hasta la raíz.21 Pedro, recordándolo, le dice: «¡Rabbí, mira!, la higuera que maldijiste está seca.» 22 Jesús les respondió: «Tened fe en Dios. 23 Yo os aseguro que quien diga a este monte: `Quítate y arrójate al mar' y no vacile en su corazón sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá.24 Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis. 25 Y cuando os pongáis de pie para orar, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone vuestras ofensas[26]


Controversia sobre la autoridad de Jesús.

27 Vuelven a Jerusalén y, mientras paseaba por el Templo, se le acercan los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, 28 y le decían: «¿Con qué autoridad haces esto?, o ¿quién te ha dado tal autoridad para hacerlo?» 29 Jesús les dijo: «Os voy a preguntar una cosa. Respondedme y os diré con qué autoridad hago esto. 30 El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respondedme.» 31 Ellos discurrían entre sí: «Si decimos: `Del cielo', dirá: `Entonces, ¿por qué no le creísteis?' 32 Pero ¿vamos a decir: `De los hombres?'» Tenían miedo a la gente; pues todos tenían a Juan por un verdadero profeta. 33 Responden, pues, a Jesús: «No sabemos.» Jesús entonces les dice: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.»